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El Rechazo Recíproco
Mateo 12
Las dos alternativas de
rechazo o aceptación presentadas por el contraste entre Juan el Bautista y los
fariseos nos obliga a todos los que leemos este libro a decidirnos (11:1–30).
Cada individuo tiene que identificarse con Juan y recibir a Jesús como Mesías y
Salvador; o, con los líderes del pueblo que lo rechazaron. No se puede quedar
neutral.
El conflicto entre Cristo y
los líderes de Israel sigue a través del evangelio. Llega al punto climático en
los incidentes del capítulo 12. Se unen varias confrontaciones de Jesús con los
líderes para advertir al pueblo del peligro que corren al rechazarle a pesar de
tanta evidencia.
JESUS RECHAZADO POR ISRAEL 12:1–45
Las Espigas Recogidas en el Sábado 12:1–8
La primera confrontación
principia cuando los discípulos recogen unas espigas al pasar por los sembrados
en el día de reposo. Según la interpretación farisaica de la ley, este acto
requería todo el proceso de la cosecha. Por lo tanto, estaban trabajando en el
sábado.
Jesús responde a su acusación
al recordarles la conducta de David, la cual habría sido ilegal también. David
mintió y comió del pan del templo. A pesar de la prohibición de tal conducta,
Dios no le juzgó. Hay algunas ocasiones cuando las circunstancias requieren más
de lo que la letra de la ley permite. Jesús, por ser el Hijo del hombre, tiene
autoridad sobre el sábado también.
En medio de esta discusión
Cristo señala uno de los principios fundamentales de la ley que los fariseos
nunca habían entendido: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (12:7; Os. 6:6).
Al decir esto, Cristo no rechazaba los sacrificios de Israel; sólo quería
aclarar lo que era de mayor importancia para Dios. La manifestación de la
misericordia era mucho más importante para Dios que el cumplimiento legalista
de la ley.
Las prioridades de la ley se
basan, en primer lugar, en el amor hacia Dios; segundo, en el amor para el
prójimo. Lo demás nace desde estos puntos de partida. Los ritos y requisitos
específicos de la ley son una manifestación externa de estas prioridades. Los
fariseos nunca habían aprendido esta base. No sabían nada de la misericordia.
“MISERICORDIA QUIERO, Y NO
SACRIFICIO”
¡PENSEMOS!
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A veces los evangélicos hemos caído en esta misma trampa legalista.
¿Cuáles serían algunas áreas de la vida actual donde debemos aplicar este
principio básico? ¿Cómo lo podríamos manifestar?
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La Mano Seca Sanada en el Sábado 12:9–21
La Prueba 12:9–13
La segunda confrontación
resulta de una trampa que los líderes prepararon para poder acusar a Jesús.
Habían llevado a la sinagoga a un hombre con una mano seca en el día de reposo,
para tratar de motivar a Jesús a sanarle en el sábado.
Jesús responde tal como
pensaban. Les acusa de tener más compasión por sus animales que por los
miembros del mismo pueblo de Dios que estaban sufriendo. En una manera
indirecta Jesús repite el mismo principio, que Dios quiere misericordia más que
el cumplimiento legalista de los detalles específicos de la ley.
“¿ES LICITO HACER EL BIEN
EN LOS DIAS DE REPOSO?”
El Complot 12:14
Al ver que Jesús cayó en la
trampa, no les interesa Su advertencia. No buscaban la verdad. Sólo querían
destruirle. Por eso, hicieron caso omiso del mensaje y salieron para planear
cómo matarle.
La Salida 12:15–21
Jesús, consciente del plan, se
apartó de ese lugar. Los que querían Su ayuda le siguieron. De esta manera,
evitó la confrontación por otro tiempo más.
La salida de Jesús cumple la
profecía también. Aunque el pasaje no dice a dónde fue, la cita indica que
salió de Israel y entró en tierra pagana por un tiempo (12:18–21). Los pueblos
paganos estaban dispuestos a escuchar la voz de Dios cuando los líderes del
pueblo de Dios no querían oírle.
Un Endemoniado Sanado 12:22–37
La Señal de Jesús 12:22
Una nueva confrontación no se
hizo esperar mucho. Parece que los líderes le tendieron otra trampa al traerle
un hombre endemoniado para que lo curara. Esperaban que lo sanara para
presentar otra acusación.
La Reacción del Pueblo 12:23
Al ver esta señal, el pueblo
queda impresionado. Se preguntan si la evidencia no demuestra que Jesús es el
Mesías. La forma de la pregunta indica que suponen una respuesta positiva.
Están dispuestos a proclamarle su Mesías.
La Explicación de los Fariseos
12:24
Los fariseos estaban listos
con su explicación. Aprovechaban el poder de Cristo sobre los demonios para
demostrar que Jesús estaba aliado con esos mismos demonios. Por eso, podía
controlarlos. El pueblo al escuchar esta explicación no sabía qué creer.
La Respuesta de Jesús 12:25–37
Jesús respondió a esta
acusación desde varios puntos de vista. Primero, les señaló que un reino
dividido contra sí mismo no podría seguir así mucho tiempo; pronto se
eliminaría. Por lo tanto, no podría utilizar las fuerzas demoníacas para
destruir a los demonios sin destruir Su propio reino (12:25–26).
Además, observa que hay más de
una explicación posible para lo que ha hecho. Al no ser así, tendrían que
acusar a algunos de su propio pueblo que hacían lo mismo (12:27). Otra
explicación posible sería que este acto es una señal, hecha por el poder del Espíritu
Santo, que demuestra que el reino ha llegado (12:28). Si esta explicación fuera
cierta, entonces estarían luchando en contra de Dios mismo. No le han dado
suficiente consideración seria a esta posibilidad.
Otra evidencia que se presenta
como respuesta al argumento, es que para atar a un hombre fuerte y robarle, hay
que ser más fuerte que aquel. Si El ha podido controlar a los demonios,
entonces, Su poder debe ser mayor al poder de ellos. Por lo tanto, los líderes
deben investigar con mucho cuidado para averiguar de dónde ha venido este poder
(12:29).
Con el deseo de evitar una
ofensa mayor de parte de quienes observaban estos eventos, Jesús les advierte
del peligro de cometer un pecado que no se les perdonaría: la blasfemia del
Espíritu Santo (12:30–32). Es posible que le rechacen y que después se
arrepientan. Sin embargo, si siguen en la dirección en la cual van, rechazarán
la convicción clara e innegable del Espíritu Santo, de que la obra de Cristo es
de Dios. En tal caso, se endurecerán en ese rechazo y perderán cualquier
posibilidad futura de volver atrás.
Se debe observar aquí que este
pasaje no se dirige a creyentes verdaderos que corren el peligro de cometer
algún acto de pecado que cause la pérdida de su salvación. No está en juego
aquí la pérdida de la salvación.
Jesús se dirige a los que se
consideran el pueblo de Dios. Esperan la llegada de su Mesías. Está frente a
ellos y muchos están negando la evidencia clara de Quién es El. Por lo tanto,
el peligro que corren es que Dios no perdone a Su pueblo el rechazo de la
evidencia, dada por el Espíritu Santo en una manera tan clara, que Jesús es el
Mesías. Por causa de este pecado, Israel tendrá que pagar el precio de su
pecado. No habrá escape.
Finalmente, Cristo les
advierte de la naturaleza verdadera del rechazo. Se rehusan a reconocerlo
porque su corazón está lleno de maldad (12:33–37). Este rechazo no es un
sencillo error basado en evidencia inadecuada o en algún malentendido. Rechazan
la evidencia intencionalmente por causa de la dureza de su corazón. No creen
porque no quieren creer.
“POR EL FRUTO SE CONOCE EL
ARBOL”
“DE LA ABUNDANCIA DEL CORAZON
HABLA LA BOCA”
¡PENSEMOS!
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Parece
mentira que quienes se presentan como el pueblo de Dios rechazaran tan
abiertamente la evidencia tan clara en cuanto a Jesucristo. ¿Por cuáles
motivos rechazarían tanta evidencia?
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¿Corremos nosotros hoy el mismo riesgo? ¿En cuáles formas podríamos
caer en una trampa semejante? ¿Qué podemos hacer para evitar este error?
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La Petición de una Señal 12:38–45
La Demanda 12:38
El último incidente en el
repudio de Jesús de parte de los líderes ocurre cuando piden una señal (12:38).
Esta petición es otra evidencia del rechazo porque indica que han negado todas
las señales anteriores. Quieren una señal que nadie pueda discutir.
La Señal de Jonás 12:39–42
Cristo responde que la única
señal pendiente que podría convencer a tales hombres incrédulos de la verdad es
la de Jonás, o sea la de la resurrección. Si no se convencen con ella, no queda
ninguna esperanza de que Ilegaran a creer.
SOLO QUEDA LA SEÑAL DE JONAS
Aun los pueblos paganos que
Dios juzgó en otras épocas se levantaran para condenar a esta generación. Ellos
no recibieron tanta oportunidad ni tanta evidencia. Si la hubieran tenido, se
habrían arrepentido. Israel no responde aun con tanta evidencia.
La Condición de Esta
Generación 12:43–45
Jesús responde a este estado
de incredulidad al comparar Israel con un hombre poseído por un demonio quien
logra ser liberado por un tiempo del control del demonio. Este hombre trata de
cambiar su vida por medio de sus propios esfuerzos pero resulta peor cuando el
demonio regresa a vivir con algunos amigos, y en mejores condiciones. La
situación posterior del hombre es peor que la anterior.
Cristo interpreta esta
historia al indicar que se refiere no a ningún individuo, sino a esa generación
de Israel (12:45). Los que vieron la evidencia del Mesías y la rechazaron son
como el hombre endemoniado.
Se han reformado y se han
modernizado. Sin embargo, debido a la falta de una transformación espiritual,
el cambio externo de embellecimiento es en vano. Al fin lo van a perder todo y
su estado final será peor que el anterior.
Esta descripción podría
referirse a los cambios políticos que terminan en la destrucción de Jerusalén,
o tal vez, a la condición temporal de transformación lograda por el ministerio
de Juan el Bautista. En cualquier caso, todo resulta vano y la condición final
es peor, ya que no hay una transformación verdadera del corazón del pueblo. No
quieren volver a Dios.
“EL POSTRER ESTADO PEOR QUE EL
PRIMERO”
ISRAEL RECHAZADO POR JESUS 12:46–50
La predicción del rechazo
concluye con un incidente simbólico ocasionado por la visita de la madre y los
hermanos de Jesús. Cuando llegan, El indica que Su familia ya no se define
según la descendencia física. El se ha apartado de Su propio pueblo. De aquí en
adelante se determinará quiénes pertenecen a Su familia a base de la aceptación
de El.
La nación identificada con el
nombre de Jehová le ha rechazado. Por lo tanto, El también le rechaza. Dios
empezará un nuevo pueblo. Los hijos de Dios ya no se identificarán por la
descendencia de Abraham, sino por el reconocimiento de Jesucristo.
“TODO AQUEL QUE HACE
LA VOLUNTAD DE MI PADRE…
ESE ES MI HERMANO…”
¡PENSEMOS!
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La
historia del rechazo de Jesús por la nación de Israel es una historia triste.
El pueblo de Dios ha rechazado al Hijo de Dios que les había prometido siglos
antes.
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Sin embargo, este mismo rechazo es el instrumento que Dios utilizó
para abrirnos la puerta de salvación a nosotros que eramos paganos, alejados
de Dios. ¿Ha aceptado usted este regalo de Dios? ¡No se identifique con los
de Israel que lo han rechazado! ¡Confíe en El como su propio Salvador!
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